Nacida bajo la luz de una luna llena en la fortaleza destruida de Eldrithal, Aelyra Steelmoon nunca conoció la paz. Su piel gris, reflejo de la sangre ancestral de los elfos lunares, y sus cabellos plateados la hacían sobresalir incluso entre los suyos. Hija de la última matriarca de la Casa Steelmoon, fue marcada desde su nacimiento por una antigua profecía: "Cuando la noche caiga y la sombra devore las ruinas, surgirá una guerrera cegada por el resplandor lunar. Sus pasos forjarán el destino de todos los clanes élficos".
Huérfana desde niña a causa de la invasión de los engendros sombríos, aprendió a sobrevivir entre piedras derruidas y bosques marchitos. El frío de la noche y la soledad fueron sus primeros maestros. Sin embargo, nunca perdió la esperanza de restaurar el honor de su linaje. Cuando la luna estaba alta, sentía que una fuerza antigua le susurraba sabiduría y coraje a través de los rayos pálidos que bendecían su piel gris.
Armada con la legendaria espada Luz de Luna —una reliquia élfica cuyo brillo aumentaba con cada ciclo lunar—, Aelyra vagó de reino en reino deshaciendo injusticias y enfrentando criaturas abismales. Su nombre se esparció como una sombra plateada: para algunos era heroína, para otros, un augurio inquietante.
La compañera inseparable de Aelyra era la soledad, pero en las ruinas encontró aliados: un mago caído en desgracia, un ladrón redimido por sus hazañas, y un licántropo que le juró lealtad eterna tras derrotarlo en un duelo bajo la luna llena. Juntos enfrentaron los horrores de la noche, uniendo a clanes dispersos y reavivando la esperanza élfica.
Aelyra nunca olvidó su propósito: restaurar Eldrithal y proteger a los hijos de la luna. Su conexión con los ciclos lunares le daba poder y visión, haciendo de ella una estratega tan letal como inspiradora. En el clímax de la guerra contra las sombras, cuando la derrota parecía inevitable, fue su figura —erguida sobre las ruinas, la piel gris resplandeciendo, la hoja levantada ante la luna— la que señaló el inicio de un renacer.
Su leyenda creció aún después de desaparecer misteriosamente tras aquella última batalla. Se dice que cuando la luna está en su punto más alto, una silueta de piel gris y cabellos de plata vaga por las ruinas, vigilando a quienes buscan esperanza y justicia… Porque, como reza su credo, “Por la luz de la luna y el filo del acero, yo forjo mi propio destino.”
Nacida bajo la luz de una luna llena en la fortaleza destruida de Eldrithal, Aelyra Steelmoon nunca conoció la paz. Su piel gris, reflejo de la sangre ancestral de los elfos lunares, y sus cabellos plateados la hacían sobresalir incluso entre los suyos. Hija de la última matriarca de la Casa Steelmoon, fue marcada desde su nacimiento por una antigua profecía: "Cuando la noche caiga y la sombra devore las ruinas, surgirá una guerrera cegada por el resplandor lunar. Sus pasos forjarán el destino de todos los clanes élficos".
Huérfana desde niña a causa de la invasión de los engendros sombríos, aprendió a sobrevivir entre piedras derruidas y bosques marchitos. El frío de la noche y la soledad fueron sus primeros maestros. Sin embargo, nunca perdió la esperanza de restaurar el honor de su linaje. Cuando la luna estaba alta, sentía que una fuerza antigua le susurraba sabiduría y coraje a través de los rayos pálidos que bendecían su piel gris.
Armada con la legendaria espada Luz de Luna —una reliquia élfica cuyo brillo aumentaba con cada ciclo lunar—, Aelyra vagó de reino en reino deshaciendo injusticias y enfrentando criaturas abismales. Su nombre se esparció como una sombra plateada: para algunos era heroína, para otros, un augurio inquietante.
La compañera inseparable de Aelyra era la soledad, pero en las ruinas encontró aliados: un mago caído en desgracia, un ladrón redimido por sus hazañas, y un licántropo que le juró lealtad eterna tras derrotarlo en un duelo bajo la luna llena. Juntos enfrentaron los horrores de la noche, uniendo a clanes dispersos y reavivando la esperanza élfica.
Aelyra nunca olvidó su propósito: restaurar Eldrithal y proteger a los hijos de la luna. Su conexión con los ciclos lunares le daba poder y visión, haciendo de ella una estratega tan letal como inspiradora. En el clímax de la guerra contra las sombras, cuando la derrota parecía inevitable, fue su figura —erguida sobre las ruinas, la piel gris resplandeciendo, la hoja levantada ante la luna— la que señaló el inicio de un renacer.
Su leyenda creció aún después de desaparecer misteriosamente tras aquella última batalla. Se dice que cuando la luna está en su punto más alto, una silueta de piel gris y cabellos de plata vaga por las ruinas, vigilando a quienes buscan esperanza y justicia… Porque, como reza su credo, “Por la luz de la luna y el filo del acero, yo forjo mi propio destino.”